por Euwe,M.
Uno se halla incesantemente ante dos problemas: ¿Qué debo hacer y cómo debo hacerlo?
En algunos casos, uno de estos dos problemas excede, probablemente, al otro en importancia; a tal punto, que parecería que sólo tuviéramos que ocuparnos de uno solo. En realidad, sin embargo, los dos problemas están presentes siempre.
A veces nos sentimos inclinados a atribuir una importancia inferior al primer problema -el de la tarea que debemos emprender-, limitándonos exclusivamente a la forma en que debemos realizarla; con ello, sin embargo, eliminamos una parte importante de nuestras posibilidades y, a la larga, los resultados estarán de acuerdo con ello.
El alpinista que intenta ascender a un glaciar difícil no puede contentarse con sólo lanzar sus miradas en la dirección de la cima, confiando para el resto en la fuerza bruta. Antes de iniciar la verdadera ascensión, deberá adquirir, hasta donde sea posible, un adecuado conocimiento de las peculiaridades del terreno, a fin de poder analizar las dificultades y, de este modo, fijar su meta por el momento en un nivel mucho más bajo.
Cuando debemos resolver una difícil prueba matemática, jamás nos lanzamos directamente hacia el resultado final, sino que tratamos de hallar puntos de apoyo que nos capaciten para separar las dificultades y, de ese modo, simplificar el problema en cuestión.
Lo mismo ocurre en ajedrez: quienquiera que no vea otro objetivo en el juego que el de dar jaque mate a su contrario, nunca llegará a ser un buen jugador. Debemos primeramente reemplazar la tarea verdadera de dar jaque mate a nuestro contrario por otra más simple: la ganancia de una u otra pequeña ventaja posicional. Y no sólo es de gran importancia el hecho en sí de esta distinción, sino que ella debe ser efectiva en sí misma; la meta preliminar debe estar en consonancia con la naturaleza de la posición. El que se fije una meta demasiado elevada o tome una dirección equivocada comete un error tan grande como el jugador que no se ha trazado ningún objetivo.
En ajedrez debemos distinguir entre estrategia y táctica .
A la estrategia concierne la fijación de una meta y la formación de los planes para alcanzarla. A la táctica compete la ejecución de estos planes. La estrategia es abstracta; la táctica, concreta. Para decirlo en forma sencilla: la estrategia requiere pensar; la táctica, observar.
Hemos dicho que la estrategia constituye un elemento indispensable en el tratamiento adecuado de una partida de ajedrez; lo mismo puede decirse, y quizá con mayor razón, respecto de la táctica. El jugador de ajedrez que pueda juzgar muy claramente una posición, y adaptar sus planes a esta posición, no logrará hacer uso de estas ventajas si, al mismo tiempo, no sabe aplicar los principios de la táctica. Por regla general, un error táctico acarrea más graves consecuencias que un error estratégico. Un jugador que ataca en el flanco de la dama en vez de en el flanco del rey se encontrará gradualmente en dificultades si su contrario juega bien. Pero quien no prevé un mate en dos jugadas será inmediatamente derrotado. Más aún, teniendo en consideración que los problemas tácticos son más frecuentes en el trancurso de una partida que los problemas estratégicos, resulta evidente que son muchas las ocasiones en que el táctico tiene ventaja sobre el estratego.
A pesar de la evidente gran importancia de la táctica, casi todos los manuales existentes tratan casi exclusivamente de problemas estratégicos. Esto se debe principalmente a dos razones:
Primera: el desarrollo del proceso táctico es, en su mayor parte, una cuestión de práctica y de rutina.
Segunda: los problemas de táctica son tan numerosos y de índole tan diversa que parece empresa casi imposible clasificarlos y analizarlos de manera sistemática.
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